Los planes de Scioli y Macri
El final del ciclo K y las salidas económicas que se cocinan
El gobierno ha vuelto sobre sus pasos y dispuso restricciones a los contratos de dólar futuro. Hemos asistido en las últimas semanas al aumento explosivo de esa operatoria, que pasó de 4.000 millones a 19.000 millones de dólares e implica un seguro de cambio para los grandes capitalistas que tienen acceso a ella. Los grandes inversores se aseguran un dólar a diez pesos para marzo del año que viene, cuando en otras plazas se negocia a 15 o más. La diferencia deberá ponerla el Banco Central. Pero además, ha sido la punta de lanza de una bicicleta financiera gigantesca: ocurre que esta operatoria exige a los inversores desembolsar apenas el 10% de la suma negociada, que puede cubrirse con títulos dolarizados o atados al dólar.
Aún con las nuevas restricciones impuestas por el BCRA -que obligan a adelantar el 20% de operación y hacerlo en efectivo- el negocio sigue siendo extremadamente rentable. Por otra parte, el desaliento a esta operatoria podría terminar derivando en una corrida al mercado contado, provocando un aumento del dólar paralelo en las semanas previas a la segunda vuelta.
Los abanderados del "desendeudamiento" han hecho la proeza de aumentar de un plumazo y exponencialmente el endeudamiento y parido un negociado buitre, cuyas características usurarias y confiscatorias no tienen nada que envidiarle a las pretensiones de los fondos litigantes involucrados en el fallo Griesa. Si se asume una cotización oficial de 14 pesos por dólar para marzo del año que viene -lo que los asesores de Scioli o Macri consideran "razonable"- debería emitirse la friolera de 100.000 millones de pesos para retribuir a los especuladores del dólar futuro.
Devaluación, ¿reactivación?
Con el propósito de postergar el estallido de la crisis, el kirchnerismo ha aumentado la desorganización económica. Junto a los anuncios sobre el dólar futuro, el gobierno ha reducido a la mitad los permisos de importación, acentuando la escasez de insumos y el parate productivo. Además, y para contener la escalada del dólar, ha dispuesto un aumento de las tasas de interés, encareciendo aún más el crédito y agravando el endeudamiento de los asalariados (tarjetas). Esto echa leña al fuego a las tendencias recesivas y alimenta la insatisfacción de todas las clases sociales.
Entre tanto, el dólar "a futuro" ha facilitado aún más la dolarización, al tiempo que acentúa las presiones devaluatorias. A la par de ello, se generaliza el debate sobre el levantamiento del cepo y el alcance de la devaluación. En el campo oficialista, existen vacilaciones en esta materia. Roberto Frenkel, economista ligado al gobierno, "opina que la economía no está en condiciones de dejar flotar el tipo de cambio" y advierte "sobre un rebrote inflacionario". El economista calcula un inflación del 6% en el primer mes después de una devaluación del 40%. La clave "estará en los salarios", apunta Frenkel. En otras palabras, hay que mantener a raya los reclamos salariales.
Bein, a su turno, el asesor favorito de Scioli, es reacio a una devaluación abrupta y defiende la continuidad del cepo hasta que el país logre revertir la escasez de dólares. Una de las medidas que se tendría en la gatera consistiría en una reducción de las retenciones, incluyendo la soja. El Estado dejaría de cobrar unos 70.000 millones de pesos que irían a las arcas de ruralistas y exportadores. La menor recaudación por retenciones sería compensada con un aumento generalizado de los servicios públicos. La política "gradualista" debutaría con un cepo salarial y un tarifazo.
Las vacilaciones se extienden también al campo opositor. En reuniones reservadas del macrismo, con la presencia de Frigerio y Sturzenegger, se contempló la necesidad de obrar con "cuidado" a la hora de levantar las restricciones cambiarias (La Nación, 30/10). Siguiendo esa línea, las huestes de Macri estarían fogoneando un blanqueo de capitales en el exterior para amortiguar una devaluación.
Bajo este escenario surcado por vacilaciones y zig y zags de oficialistas y opositores, no puede descartarse una salida devaluatoria impuesta por el mercado, incluso antes del 10 de diciembre.
Las patronales de las economías regionales y de las industrias de exportaciones, como la siderurgia y la automotriz, han diseminado la idea de que los despidos y recortes de salarios obedecen a la sobrevaluación del peso. Esto no se compadece, sin embargo, con los planes en preparación, ya sea de shock o gradualistas, que van de la mano de mayor carestía, tarifazos y techos al salario. Pero además, una de las cartas que los ajustadores tienen a mano sería aumentar la tasa de interés. Esto ya lo está haciendo el gobierno, sin esperar al 10 de diciembre. Pero esa tendencia se puede profundizar. Una recesión podría ser el antídoto para hacer pasar el ajuste y contener las presiones salariales. En ese caso, la devaluación, lejos de salvar los puestos de trabajo, dispararía una nueva ola de despidos y suspensiones.
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