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jueves, 5 de marzo de 2015

Por varias razones, el último discurso


Por varias razones, el último discurso 
 En el larguísimo discurso de su última apertura de sesiones, Cristina Kirchner no pudo disimular el agotamiento de la experiencia política que encabezó en estos años. No sólo concentró su discurso en el pasado. Cuando se refirió a lo que viene, atacó a su delfín, Daniel Scioli. El “futuro” del kirchnerismo, en suma, está depositado en quien representa el final de kirchnerismo. 

 Pero en relación a los “tiempos pasados”, el discurso retrató los límites sociales insuperables del “gobierno de la burguesía nacional”.
 Deuda 
 Nada retrata mejor este carácter conservador que la reivindicación rabiosa del pago de la deuda usuraria, que CFK reconoció en unos 200.000 millones de dólares. Como siempre que alude al “desendeudamiento”, la Presidenta ocultó que esa deuda fue cancelada con los recursos de la Anses y con el desfalco de las reservas internacionales. Cuando se considera esa hipoteca, la deuda se duplicó de 2001 hasta hoy, hasta alcanzar los 270.000 millones.
 La Presidenta se jactó de los recursos acumulados por el fondo de garantía de la Anses -como si esos recursos hubieran servido para elevar los haberes jubilatorios. Lo cierto es que sus dos terceras partes están colocados en títulos de la deuda pública: de este modo, los fondos jubilatorios han operado como una gigantesca garantía en favor del capital financiero y de los acreedores internacionales. En sintonía con estos intereses sociales, CFK se jactó de la suba de la cotización de la deuda externa. No dijo, sin embargo, que los “analistas” lo asocian a la catadura de quienes se postulan a la sucesión presidencial.
 Trabajadores 
 El ataque a los docentes y a sus reclamos salariales suele ser un clásico en las aperturas de sesiones del kirchnerismo. En este caso, Cristina Kirchner se pavoneó de que “las clases empiezan para todos los argentinos”, ocultando los conflictos abiertos en al menos seis provincias y las conciliaciones obligatorias impuestas en otras. En el resto del país, no es la mejora del salario docente lo que explica el inicio de las clases, sino la tarea de las burocracias sindicales y las conciliaciones obligatorias oficiales las que -por ahora- contienen a los docentes. CFK celebró este trabajo de pinzas contra los maestros. Por lo demás, la Presidenta ratificó la vigencia del impuesto al salario, mientras reivindicaba las exenciones de impuestos para las colocaciones financieras. Llegó a decir que no se produjo “ni un solo despido en la industria automotriz”, ocultando que miles de puestos de trabajo se cayeron bajo la forma de retiros voluntarios. Ni qué decir de los despidos en las patronales autopartistas, impuestos en Lear, Gestamp, Valeo y otras, con el concurso del Ministerio de Trabajo y de la burocracia sindical. A una clase trabajadora cuyo salario lleva varios años de caída, Cristina Kirchner le presentó el caramelo del plan “en 12 cuotas” -o sea, el endeudamiento creciente, que habilita al consumo actual a costa de la contracción del consumo futuro. La hostilidad del kirchnerismo hacia los reclamos obreros no faltó en el discurso de despedida.
 Amia y “servicios” 
 Cristina Kirchner, finalmente, aludió a la crisis política relacionada con la causa Amia y la muerte de Nisman. Pero lo hizo para reivindicar el montaje de una acusación contra Irán a la medida de las necesidades del sionismo y del departamento de Estado, y que se mantuvo en pie hasta que Estados Unidos decidió negociar con aquel país. En la última voltereta de esa política, el canciller Timerman acaba de pedir la inclusión del tema Amia en las negociaciones del departamento de Estado con Irán, para luego “denunciar” a las actuales negociaciones yanquis con el gobierno iraní. El único denominador común en estas volteretas es el encubrimiento de la conexión local -o sea, de los servicios que el kirchnerismo prohijó durante años para provecho de sus propias operaciones de espionaje contra el movimiento popular, y del que sólo se distanció cuando los Stiusso pasaron a jugar con la oposición. En lugar de ellos, los “nacionales y populares “ echaron mano del represor Milani.
 Cristina Kirchner fue virulenta con el “partido judicial”, aunque no podría explicar si el juez Rafecas -y el salvavidas que éste le tiró al gobierno- forma parte del “partido”. La soga del cerco judicial aprieta, pero no ahorca, al menos por ahora. Su función política es asegurar que la transición política desemboque en los Scioli, Macri o Massa. Los opositores que mascullaban en sus bancas por la causa Amia son los mismos que se quedaron con Stiusso o que conchabaron a encubridores notorios como el “Fino” Palacios.
 La movilización que acompañó el discurso oficial, palanqueada con todos los recursos del Estado, se fue de la plaza sin respuestas ni perspectivas. Después de casi una década, la burguesía nacional y su gobierno han consolidado la precarización laboral, la penuria salarial y una mayor polarización social, mientras el Estado que concurrió al rescate de los capitalistas ha quebrado sus presupuestos y reservas internacionales. Los Macri o Massa, con sus matices y pujas intestinas, sólo aspiran a afrontar esa crisis a costa de una nueva confiscación social. La adscripción de oficialistas y opositores (y particularmente de sus fracciones seudoprogresistas o centroizquierdistas) a las salidas del capital internacional le plantean al Frente de Izquierda el inmenso desafío de reforzar, por medio de una enérgica campaña política, un polo político anticapitalista, por la independencia política de los trabajadores y de lucha por un gobierno propio.

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